Asumir que nos enfrentamos a un universo, cuando queremos comprender a una persona, significa identificar los astros, galaxias, agujeros negros y otros elementos que lo componen, incluidos meteoritos y polvo estelar. En términos de un ser humano esto se traduce un un mundo individual, inscrito en un sistema social y cultural –cuando menos–, cada uno de los cuales es también un universo. Como en el espacio estelar, meteoritos y otros “pequeños” elementos atraviesan ese universo personal.
Sin embargo, tan o más importante que ese conjunto de elementos es reconocer los nexos que existen o no entre ellos. Y en el caso de Camila, podía reconocer al menos los componentes primarios de ese universo, pero me era más difícil identificar los nexos que los conectaban. Mi sensación era la de quien se encuentra ante una serie de cosas sueltas y al parecer ajenas entre sí. De manera que así empezó una búsqueda y construcción o reconstrucción de nexos.
¿Qué nexos estaban rotos? ¿Cuáles se habían podido tejer realmente? ¿Cuáles no se habían establecido nunca? Son algunas de las preguntas que guiaron nuestras conversaciones en adelante. Definir quién tenía o no la razón, quién había cometido errores, por qué las emociones ganaban muchas veces la partida, son, por lo general, puntos que buscamos dar soluciones en nuestra vida cotidiana. Sin embargo, en nuestro caso, esos puntos pasaron a segundo plano, cuando tratamos de crear o reconstruir nexos. Porque crear, reconstruir o incluso eliminar nexos, requiere y tiene el maravilloso efecto de superar los juicios.