Históricamente, el temor a la muerte ha eclipsado el amor a la vida, relegando el cuidado, especialmente el brindado por mujeres en roles de madres o cuidadoras, a una mera defensa en lugar de una expresión natural de la existencia. Sin embargo, el cuidado persiste, omnipresente, con el potencial de transformar nuestra forma de vivir. Este cuidado, manifestado en la conexión y la empatía familiar, es el cimiento sobre el cual podemos construir una sociedad cuidadana. Una sociedad que priorice los vínculos humanos, que valore la interdependencia y que reconozca el cuidado como un pilar fundamental para la preservación de la vida en todas sus formas.