A menudo, las sociedades, a través de sus instituciones y medios de comunicación, nos dictan lo que "debería ser". Esto nos lleva a ser conscientes solo de manera parcial de quiénes somos realmente. Nos enfocamos en lo que nos falta para encajar en ciertos modelos y referentes, y pocas veces identificamos la riqueza interna que poseemos.
En muchos casos, desconocemos nuestros propios talentos y cualidades. Por ello, enfrentamos la vida desde nuestras carencias en lugar de hacerlo desde nuestras fortalezas. ¡Es hora de invertir en nosotros mismos!
Lo que nos ocurre individual, social y culturalmente es resultado de una compleja red de relaciones entre diferentes elementos y procesos. Cuando hablamos de nosotros y de quienes amamos, de lo que nos acerca o nos separa, de lo que nos hace sentir seguros o inseguros, de nuestros aciertos y errores, no sólo hablan nuestras palabras, sino también nuestros silencios.
Ese universo que creamos encierra el sentido de lo que decimos. Por eso la escucha no es pasiva. Implica una interlocución que incluye preguntas, comentarios, valoraciones que construyen el sentido de lo que dice cada interlocutor.
La expresión "doble vía" en el contexto de las relaciones implica una comunicación y comprensión mutua, un intercambio recíproco donde ambas partes se escuchan, se comprenden y se involucran activamente. No es una calle de un solo sentido, sino un camino donde la información, las emociones y las experiencias fluyen en ambas direcciones.
Piensa en ello como una conversación: una doble vía implica que no solo expresas tus pensamientos y sentimientos, sino que también escuchas y procesas activamente lo que la otra persona te dice. Hay un compromiso real de ambas partes para entenderse y construir algo juntos.